domingo, 24 de julio de 2016

La maternidad como épica - Clausula suelo

Isabel Navarro: Para mí, la cláusula suelo es una metáfora del principio de realidad: nuestras obligaciones, nuestras deudas... El sentido de la responsabilidad que nos ancla.
Mujerhoy: ¿Es poesía social?
Isabel Navarro: No, es más bien una poesía de la auto­in­da­ga­ción: una caza. Me busco, me escarbo... y confronto mi propia experiencia con lo que la crisis económica nos ha hecho en la intimidad. En la cama, en el yo, en la autoestima... la crisis nos ha herido.
Mujerhoy: ¿Qué papel juega la burbuja inmobiliaria y su estallido?



Isabel Navarro: Cuando al principio los personajes se enamoran, viven en una burbuja de la abundancia. Todo les sobra. Estamos en 2005 y hasta en los desiertos parece que brota el oro. Pero en la última parte, "La morosa", la hipoteca cobra vida como un personaje más de esa familia nuclear y en la relación, y en la vida, se multiplican las deudas y las derramas. Al final, el dinero es un lenguaje y pocas cosas dicen tanto de nuestro auténtico yo.

Dos poemas de Cláuslua suelo:


LE DIGO: “LA SERPIENTE NO ESTÁ”
Y ELLA INSISTE: “PERO ESTUVO”
El monstruo de Julia es una serpiente.
Un animal sinuoso, indecible, asesino,
que se arrastra entre las flores de su cuarto y la envenena con saña, como a Eurídice.
En la noche, su grito nace de lo torvo.
“¡Mamá, ven!”.
Y yo me entrego a una promesa imposible:
que mi cuerpo será capaz de interponerse entre ella y la sombra.

*

EL FEÍSMO ABOTARGA, PERO LUBRICA
Casi quietos
en el coto del sábado
retozamos,
pero nuestra cama es un bien de consumo.
El abrazo es oblicuo,
un escorzo de codos, hombros y rodillas que se estorban.
(Tú derrochas. Yo derrocho. Nosotros reprochamos).
La línea ascendente del euríbor se cuela entre los cuerpos
y una llamada familiar chamusca la pantomima de deseo.
Te levantas atropellado a coger el teléfono
y yo me quedo sola (y aliviada)
con una almohada de viscolatex que recuerda al molde de tu cuello.
Alrededor de la cama todo es demasiado caro o demasiado Ikea,
el reverso de una foto de Nan Goldin.
Somnolienta, nos conjeturo ardientes,
otra versión de nosotros (Otrotú y Otroyó)
despertando en un colchón de espuma
horadado con ascuas de tabaco.
Otrotú y Otroyó con ceniceros de propaganda y el pelo sucio.
Sin asco. Sin hipoteca. Sin exigencias. Sin decoración.
Recreo la bifurcación de esta historia,
la enaltezco
como si el rímel en el lagrimal
a la mañana siguiente del sexo
fuera un signo irrefutable de la vida.
Me despierto
y toco ese vaciado involuntario de tu cráneo
en la cabecera de la cama.
La elipsis de ti me conmueve.

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