martes, 7 de julio de 2009

Déjame entrar, crítica de cine, por Lorenzo Silva


Déjame entrar


POR LORENZO SILVA
Para quien no lo sepa, las dos palabras que abren esta columna forman el título de una estupenda película (si le dan a escoger al que suscribe, la mejor del año 2008, y no ese Oliver Twist de pacotilla con música de 'Bollywood') dirigida por Tomas Alfredson y basada en la novela homónima de John Ajvide Lindqvist. Sorprendentemente, es una película de vampiros; pero eso sí, muy particular. Narra la historia de un niño que vive en un suburbio de la Suecia de los 70, rodeado de seres primarios, sus compañeros de colegio, que lo marginan por su carácter sensible. A su bloque se muda una chica extraña, que se convierte en su mejor amiga y en su refugio, además de su insospechada defensora frente a los matones escolares que lo atormentaban.
La película es una muestra más de la actual pujanza de la cultura sueca. Un país en el que, sin duda con el concurso de un sistema educativo que ha logrado proporcionar un alto nivel de formación a una buena parte de sus habitantes, se ha generado en las últimas décadas una riqueza creativa cuyo fruto se exporta con notorio éxito...


Pero para eso, como el chico de la película, debemos dejar entrar de una vez a esa muchacha extraña y difícil que llama a nuestra ventana. Ésa a la que sistemáticamente ignoramos para perder el tiempo con banalidades y reclamos ínfimos que, en el colmo de la desdicha, han llegado a dar su impronta al discurso público de este país...
No puede ser, no podemos seguir así ni un minuto más. Tenemos que dejarla entrar de una vez, a esa muchacha que es lo contrario de la ignorancia y de la nimiedad, esa muchacha que es la única que puede salvarnos.

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