miércoles, 18 de junio de 2014

Freud and Jung, unconscious mind and collective unconscious . The rut




bigeyedeer.wordpress.com




Tu mente es una casa, con un piso superior y otro piso inferior. Arriba en tu consciente las cosas están bien iluminadas, se barre de forma regular, los amigos vienen de visita, se juega al Scrabble y se hace chocolate caliente. Es un lugar agradable, familiar.

En el piso de abajo,  es más viejo, oscuro y mucho, pero mucho más "raro". A este sótano le llamamos la mente inconsciente.

La mente inconsciente es exactamente como suena: las cosas en las  que no quieres ni puedes pensar. Según Freud hay allí fotos atrevidas de tu madre. Según Jung, hay tuberías, cables, incluso túneles que conectan tu hogar con otros. E incluso aunque contiene energías que sostienen la vida (como un calentador o la caja de fusibles), es un lugar primitivo, terrible y maloliente y no es raro que si podemos elegir no bajemos allí a pasar el rato.

Sien embargo, tu placer, tu salud mental, incluso tu vida dependen de esos paseos ocasionales. Tienes que cambiar los fusibles, coger los adornos navideños, limpiar el cajón de arena del gato... En la medida en que mantenemos sellada esa puerta del sótano, todo nuestro hogar se vuelve inestable. Las criaturas subterráneas se hacen más ruidosas y el hombre de arriba (tu ego) intenta tapar el ruido con su conducta neurótica
.Para algunos incluso, la puerta del sotano puede salirse de sus bisagras y los babosos primitivos residentes pueden convertirse en compañeros de juegos.

 A eso lo puedes llamar crisis nerviosa o brote psicótico, no importa. El tema es: aventurarse ocasionalmente en el inconsciente a través de la terapia, meditación, confesión, sexo, violencia o una buena historia, mantienen el consciente en buen estado.

Dan Harmon  Chanel 101 post sobre estructura de los relatos.






Your mind is a home, with an upstairs and a downstairs.
Upstairs, in your consciousness, things are well-lit and regularly swept. Friends visit. Scrabble is played, hot cocoa is brewing. It is a pleasant, familiar place.
Downstairs, it is older, darker and much, much freakier. We call this basement the unconscious mind.
The unconscious is exactly what it sounds like: It’s the stuff you don’t, won’t and/or can’t think about. According to Freud, there are dirty pictures of your mother down there. According to Jung, there are pipes, wires, even tunnels down there that connect your home to others. And even though it contains life-sustaining energies (like the fuse box and water heater), it’s a primitive, stinky, scary place and it’s no wonder that, given the choice, we don’t hang out down there.
However, your pleasure, your sanity and even your life depend on occasional round trips. You’ve got to change the fuses, grab the Christmas ornaments, clean the litter box. To the extent that we keep the basement door sealed, the entire home becomes unstable. The creatures downstairs get louder and the guy upstairs (your ego) tries to cover the noise with neurotic behavior. For some, eventually, the basement door can come right off its hinges and the slimy, primal denizens of the deep can become Scrabble partners. You might call this a nervous breakdown or psychotic break, it doesn’t matter. The point is: Occasional ventures by the ego into the unconscious, through therapy, meditation, confession, sex, violence, or a good story, keep the consciousness in working order.
From Dan Harmon’s Chanel 101 post on story structure. A great read.

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