domingo, 16 de febrero de 2014

La Grande Belleza: quedarse sin aliento











La visión de la vida de un escritor napolitano que vive en un lujoso ático romano con unas increíbles vistas nocturnas sobre el Coliseo iluminado que nos presenta el también napolitano Paolo Sorrentino es tan poderosa que nos lleva con la boca abierta y sin aliento durante toda la narración.

Porque esa belleza (de las mujeres a las que seduce sin esfuerzo, de los palacios y monumentos a los que accede gracias a su profesión de periodista lúcido, irónico y descreído, de la perdida capacidad de crear algo nuevo, la nostalgia de la juventud y el amor, el deseo de plenitud) es lo que busca el desencantado protagonista que desde su multitudinaria y felliniana fiesta de 65 cumpleaños se siente "triste" y "raro" y se plantea volver a escribir, mientras todo a su alrededor parece desmoronarse y perder sentido.

 Le seguimos en su trabajo, en sus fiestas, en sus conversaciones ingeniosas y desecantadas con su grupo de amigos, todos tan al borde de la desesperación como él, a pesar de su intensa vida social y artística. Otros, cuando se les pregunta por su profesión responden: "soy rica".

Esa Italia, esa Roma decadente,  la vida nocturna de los privilegiados, intelectuales mediocres, aristócratas arruinados , cardenales papables,  aspirantes a artistas o viejas glorias,  dista mucho de la que podríamos ver la gran mayoría de nosotros en nuestras escapadas a Roma. Pero a  pesar de presentarse con ironía y distanciamiento la impresión que deja finalmente esta película  es de emociones encontradas y de fascinación por la belleza de las imagenes y de la caleidoscópica banda sonora original  (desde un Dies Irae conmovedor, a música de Raffaela Carrá, ..)

La interpretación del protagonista, que ya trabajó anteriormente con Sorrentino en Il Divo, donde daba vida al político Andreotti, vuelve a hacernos querible a un personaje al que hubiera sido fácil convertir en  un personaje patético o simplemente decadente.

 Sus deseos de rescatar la belleza vuelven a imponerse sobre su deseo de ser el "rey de los mundanos", ser el que es capaz no sólo de ser el alma de las fiestas sino también ser capaz de aguarlas...

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