l director de ‘Vete y vive’ presenta ahora ‘El concierto’, donde unos músicos rusos sueñan con recuperar su antigua orquesta, la del Bolshoi, y tocar en el lujoso Teatro Châtelet de París.
Radu Mihaileanu.
Radu Mihaileanu.
OLGA PEREDA
MADRID
El concierto está basado en hechos reales.
–He mezclado dos cosas, sí. La primera es que en el 2001, una falsa orquesta del Bolshoi viajó a Hong Kong para interpretar una obra, pero les pillaron. La segunda es que en los años 80 Brezhnev echó a los músicos judíos de la orquesta rusa y el director, que no era judío, se opuso a ello.
–La idea original fue rodarla en inglés. Dice usted que «por suerte» no fue así. ¿Por qué?
–Me refiero a que fue una suerte rodarla en la lengua original. Los actores rusos hablan en ruso y los franceses, en francés. Si la hubiéramos hecho en inglés, sería más universal, pero me parece que la película necesitaba incluir las dos culturas: Oeste y Este.
–El humor aparece, de nuevo, como salvavidas para tragedia.
–Soy un desesperado muy optimista. ¡Conseguí escapar de la dictadura de Rumanía! Siempre estamos rodeados de tragedias. El humor representa una interrupción, como si fuera un manantial que surge dentro de esa tragedia. Además, la vida solo dura un segundo, así que aprovechemos y llenémosla de humor.
–¿Cómo escapó de la dictadura de Ceauceascu?
–Tenía un grupo de teatro en Rumanía y la policía secreta ya empezaba a interrogarnos. No podía más, así que oficialmente pedí permiso para ir a Israel a visitar a mi abuela, pero el plan era irme y no volver jamás. Mi familia me fue a despedir al aeropuerto. Todos disimulábamos y sonreíamos, pero éramos conscientes de que a lo mejor no nos volvíamos a ver. Mi madre empezó a llorar y se tuvo que encerrar en el baño.
–¿Y si no se hubiera escapado?
–Me habría vuelto loco. ¿Me habría convertido en un traidor, un colaboracionista? No sé…
–Hoy, con la crisis, todo el mundo debate las miserias del capitalismo.
–En El concierto aparecen las dos sociedades. La capitalista, donde el individuo es el rey, un ser egoísta que rompe vínculos. Por otro lado, la comunista, una sociedad en la que el individuo está aplastado.
De www.elperiodico.com
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