sábado, 8 de agosto de 2020

Chambre 212 Christophe Honoré

Christophe Honoré escribe desde muy joven. Actuaba en obras teatrales en su pequeño pueblo del norte de Francia, fue un crítico cinematográfico rotundo y sin pelos en la lengua y ha dirigido películas con una particular visión romántica, entendiendo como tal una curiosa mezcla de lo sublime y lo grotesco. 

En esta película hay momentos de curiosidad, sorpresa, diversión, sutileza y disfrute de situaciones adultas resueltas de forma también adulta. No es algo que veamos todos los días en las pantallas grandes o pequeñas. 

La protagonista, Ciara Mastroiani, pasa una noche fuera de casa y en ella sus recuerdos, sus fantasmas la rodean mientras observa desde la ventana de un hotel justo enfrente de su propio domicilio la tristeza de su marido que acaba de enterarse accidentalmente de que ella le engaña con cierta frecuencia con jóvenes y atractivos estudiantes de la Universidad en la que da clases de Derecho. El título de la película se refiere al artículo 212 del Código Civil francés sobre los mutuos deberes de los esposos. 

Una banda sonora en la que canciones de Aznavour, Jean Ferrat, sonatas de Scarlatti acompañan estas horas de duermevela, de reflexión acerca del pasado, de las decisiones tomadas, de los reproches maternos, el recuerdo de la pasión juvenil que ha desaparecido y que ella todavía busca. 

"La idea del amor romántico salta por los aires en los primeros diez minutos de película, momentos tan bien diseñados, tan bien planificados, tan bien escritos que, una vez aceptado el reto, deshacerse de la película resulta imposible. 

El dibujo del personaje de María se transforma en una antítesis del personaje femenino en el cine mayoritario porque Honoré la coloca en una posición tradicionalmente reservada para el hombre maduro y atractivo. María ha eliminado el concepto de fidelidad de su relación marital para que ésta pueda subsistir, y lo ha hecho no como consecuencia del paso del tiempo sino como un antídoto personal contra el aburrimiento y la agonía del placer conyugal que entiende efímero. Por eso su presentación, su puesta en escena es rotunda, de seguridad aplastante. 

¿Cuántas veces se habrá visto pasear con tanta elegancia y dominio del espacio a una actriz por las calles de París? Aquí Mastroianni domina la escena y el escenario, una depredadora que no deja pasar la ocasión de buscar la belleza de la juventud en el sexo opuesto ejecutando actos de una incorrección política absoluta pero que dan en la línea de flotación del espejo masculino, acostumbrado a que el rol sea el contrario. "

https://www.elantepenultimomohicano.com/2020/04/critica-habitacion-212.html


Como contrapartida el papel masculino adopta la posición típica de la mujer engañada, sumiso pero decepcionado, defraudado, pero serenamente contenido en su reacción. El amor para que sobreviva frente al amor romántico, lo perdurable frente a lo ideal. El diálogo entre ellos será breve en su domicilio, es la constatación de un fracaso mutuo porque han llegado a no reconocerse a base de silencios. Cuando María se refugia en el hotel desde cuya ventana puede ver las habitaciones de su casa la película entra en el terreno juguetón del «si se pudiera».

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