domingo, 23 de noviembre de 2014

De clandestino a Ministro : Semprún sin Semprún. Yolanda Villaluenga

Un fascinante documental sobre un hombre que pasó gran parte de su vida como prisionero, como  clandestino, expulsado de su propio partido, bajo nombre falso y otra parte como intelectual reconocido antes en Francia que en su país, como guionista para directores como Costa-Gavras, como escritor sobre la memoria (personal y de la Europa del siglo XX) y finalmente como ministro de Cultura en un gabinete socialista...
Un hombre que afirma vivir "sin certidumbres pero con ilusiones". Que piensa que el mundo puede aún cambiar y ser mejor. Un hombre que visita el campo de concentración donde estuvo con 20 años. Que dice: "he cambiado, pero no oculto el pasado" Que no quiere seguir viviendo en la mentira y se reinventa como escritor. Que sabe empezar otra vez. En tiempos de cinismo es una bocanada de aire fresco y de claridad intelectual. .
Unas entrevistas espléndidas con sus amigos y familiares. Un hombre que sabía ser amigo de otros sin hablar de sí mismo. Porque su nombre en clave era un nombre de guerra, distinto cada vez.
Yolanda Villaluenga es la autora de un un trabajo deslumbrante que da cierta luz   a un personaje complejo, lleno de secretos y lucidez.





Frank G. Rubio: Esta, “Ann Arbor” (Demipage, 2012), es tu primera novela...
YGV: Sí, parece que he necesitado mucho tiempo para llegar a escribir una novela ¿no? Tal vez me ha pasado como a las aves migratorias: acumulan y acumulan alimento hasta que un día no pueden más y emprenden el vuelo. Tal vez, he necesitado acumular muchas experiencias; tal vez, más seguridad; tal vez, más calma; tal vez, más decisión....tal vez, simplemente, tiempo.
FGR: ¿Cómo fue vivir en esa ciudad perdida en las tierras de Michigan?
YGV: Alguien me ha dicho que Ann Arbor tiene el espíritu de Doctor en Alaska. En realidad, Ann Arbor es una pequeña isla en el Medio Oeste de Estados Unidos, marcada por su origen. Los indios de Los tres fuegos, que vivían en la zona, entregaron parte de sus tierras a los colonos a cambio de que sus descendientes accedieran gratuitamente a lo que finalmente se convirtió en la Universidad de Michigan. Fue tierra de paso y acogida para los esclavos que huían hacia Canadá, la tierra de la libertad. Y la ciudad se llama Ann Arbor porque sus dos fundadoras se llamaban Ann y solían reunirse en una zona arbolada, una zona de luces y sombras. Creo que estas particularidades han marcado su espíritu amable, sólido y cosmopolita. Pero Ann Arbor también se encuentra en el corredor de los terribles tornados americanos. Realmente, Ann Arbor cuenta por sí misma una historia: un lugar perfecto en donde se vislumbra un aparente desastre.
FGR. ¿Por qué Ann Arbor?
YGV: Viví un año en Ann Arbor y tuve tiempo para percibir la vida sin tener que dar un resultado inmediato. Poco a poco fueron apareciendo personas que se fueron convirtiendo en personajes de la novela. Algunas llegaban por azar, como la cantante de blues Etta Jones; otras, como Adrienne Brant, porque las busqué.  Adrienne Brant es una tataranieta de un príncipe Mohawk. Quería contar una historia sobre los descendientes de aquellos indios que vivieron en la zona y un día apareció ella, y la ficción y la realidad empezaron a entrelazarse.
También pasé mucho tiempo vagabundeando por las calles y en los cafés. Observaba cómo se hablaban las parejas o cómo eran sus silencios. Observaba a personas que se sentaban solas, a las familias, a los amigos y tomé muchas notas que me ayudaron a construir el cuerpo de la novela. Las historias de Ann Arbor hablan de personas, aparentemente felices, que están atrapadas en algún momento de su pasado que no supieron afrontar. También, creo que hay una mirada lúdica. Me divierte mucho observar. Espero que el disfrute de los pequeños momentos también esté en la novela.
FGR: Sin embargo Ann Arbor no es tu primer libro...
YGV: Antes de viajar a Ann Arbor publiqué “La madre imperfecta”, un ensayo que aborda los mitos que envuelven la maternidad. Desde mi punto de vista, traer un hijo a este mundo es una gran revolución personal. En un mundo en el que se cambia con facilidad de residencia, trabajo o pareja, el hijo permanece para siempre y la relación con él exige una transformación interior y constante. Me interesaba indagar en el modelo que la sociedad intenta imponer sobre la maternidad o la paternidad; en cómo cambia ese modelo en función de la cultura y el tiempo; en cómo afecta a las relaciones de pareja, a la relación con uno mismo. Tal vez, La madre imperfecta  tiene que ver con Ann Arbor. Hay una aparente imagen de perfección sobre la que empieza a vislumbrarse un tornado.
FGR: ¿Algún escritor por el que sientas debilidad?
YGV: Puedo hablar de tres libros con los que he conversado mientras escribía Ann Arbor. El primero fue Rock Spring, de Richard Ford. Fue uno de los pocos libros que me llevé a Estados Unidos y cuando aún no llevaba un mes en Ann Arbor tuve la suerte de encontrarme con Richard Ford y escucharle hablar de historias pequeñas, de gente corriente, marcadas por los dramas cotidianos. Y de alguna forma, me orientó.
El segundo libro fue La canción de Hiawatha, de Henry Wadsworth Longfellow. Leí este libro cuando debía tener ocho o diez años y su recuerdo siempre estuvo presente a lo largo de mi vida. Cuando empecé a elaborar la novela, ya en España, apareció de nuevo el recuerdo de Hiawatha y descubrí que los Ojibwa, el pueblo al que pertenecía el pequeño Hiawatha, habían vivido en la zona de los Grandes Lagos. ¿Quién sabe si Hiawatha también pasó por Ann Arbor?. El tercero es Veinte poemas del río Wang, de Wang Wei, un escritor chino del s. VIII. En un momento en el que me sentía perdida  y no sabía cómo ordenar los capítulos, encontré en mi casa este libro. Leyendo a Wang Wei, encontré el orden que necesitaba.
FGR: Has hecho varios documentales de gran calidad, (sobre Borges, Picasso, Cristina Hoyos...) ahora estás preparando otro, háblanos de él.
YGV: Bueno, no sé cuánta calidad tienen pero sí todo lo que he aprendido en sus procesos. Ahora estoy preparando un documental sobre Jorge Semprún para La2 de TVE, donde trabajo día a día. Parto de que es imposible abordar la vida de una persona en una hora y mucho menos una vida como la de Semprún. Y tal vez ése es el reto: sentir que es imposible y sin embargo, tratar de hacerlo lo mejor posible porque es lo que quieres hacer.
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