EL PAÍS - Pantallas - 15-07-2011
Hasta los magos torpes saben que distraer la mirada del testigo hacia el lugar que tú quieres es una de las claves para culminar el truco. Sucede lo mismo en los medios de comunicación. Existe ahí fuera una enorme fatiga ante la estrategia que un famoso chiste definió como la elección entre susto y muerte. Algo de eso tiene enfrentarse al quiosco y a los noticiarios. Anteayer España e Italia caían en el abismo. Ayer los mercados nos daban una tregua. Hoy, vaya usted a saber. Sometidos a este constante susto o muerte, a la gente le entran ganas de decir lo que decía un viejo paciente en un hospital que frecuenté: "Avísenme cuando me haya muerto, que mientras tanto seguiré pensando en mis cosas".
El curso escolar se diseña y organiza durante las vacaciones. Los institutos parecen bien tocados en estas fechas, pero están vacíos y casi sin voz. Los noticiarios se muestran más preocupados por los sucesos en piscinas, los accidentes de niños en parques acuáticos y las recomendaciones de crema solar, más rentables para la industria untuosa que la mejor recomendación de todas: protegerse del sol exponiéndose muy moderadamente a él. No hay sitio entre las informaciones para dar cuenta de lo que sucede en los institutos madrileños, donde los recortes afectan a personal de complemento, a horas lectivas, a organización interna y, finalmente, a la calidad educativa de los niños. Estamos de vacaciones y a nadie le apetece hablar del curso que viene.
El agosto pasado, por ejemplo, fue una oportunidad perfecta para que la consejera educativa de la comunidad, Lucía Figar, en un congreso de la organización religiosa Comunión y Liberación recibiera ovaciones bien generosas cuando explicó que la lucha contra el fracaso escolar en la región pasaba por dar más poder de decisión, dinero público y suelo para construir colegios privados religiosos como los que se habían concedido a la asociación que la agasajaba. El verano da para mucho, para el trabajo de las termitas mientras el ocio te entretiene fuera de casa. Luego llegará el curso y habrá que llenar los agujeros con un discurso bien distinto, porque todo sucedió, una vez más, mientras mirábamos para otro lado.
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